BUSCANDO A UN TAL ENTO

Después de varios mese de silencio, fruto del inicio de una nueva etapa profesional que, como era de prever, me absorbe el 150% de mi tiempo, no he tenido el tiempo necesario para reflexionar y seguir alimentando este blog. Aprovechando este paréntesis navideño, he dedicado unos “ratitos” sueltos para no perder la buena costumbre de alimentar esta tertulia.

A pesar que suene a un deportista africano, el amigo ento no es tal, es parte del tal, es decir “talento”. Puede tratarse desde un prisma empresarial, pero me gustaría tomar mayor perspectiva y comentarlo desde un nivel superior, es decir desde la perspectiva “persona”. Es raro el día que no encontramos alguna mención al talento ligada al deporte o el mundo de la empresa, con menos frecuencia refiriéndonos al arte. Es lamentable, pero en este país aun consumimos poca cultura y, a pesar de lo que representa en nuestra historia, sigue sin ser una parte integrada en nuestra vida cotidiana.

Estoy metido en un grupo de LinkedIn en donde se debate la dificultad de encontrar gente con talento y esto me ha hecho reflexionar sobre la materia. Dicen que todos tenemos algún talento y yo diría en un 80%, sin temor a equivocarme, que es cierto. No obstante, no es menos cierto, que no todos tenemos ni los mismos ni en la misma intensidad, cosa que resulta obvia. No obstante es difícil encontrarnos con alguien que carezca de alguno: desde ser un maestro en hacer figuritas de papel, hasta la reina de las tartas de queso o el alma de las fiestas al contar chistes. Lo mas importante es tenerlo identificado, desarrollarlo, cultivarlo y usarlo en el momento justo. Esto nos hará oportunos y en ciertos momentos “necesarios”. Yo en muchas reuniones de amigos en donde estaba previsto que acudan personas “incompatibles entre sí” era invitado para mediar en el entorno y evitar enfrentamientos entre ellos: mi talento era la mediación y “tener la fiesta en paz”. Este modesto talento me permitió asistir a muchas fiestas en mi juventud con un cierto “protagonismo” que, como es lógico, aplacaba al argentino que llevo dentro. Bromas a parte, cualquier talento, por pequeño o insignificante que nos parezca, tiene interés y nos puede ayudar a desarrollarnos socialmente. ¿Por qué? Muy sencillo, porque un talento o habilidad no reconocida por terceros no existe.

Lo importante del talento no es el tenerlo y que nos permita incrementar nuestra confianza en nosotros mismos, nuestro talento nos permite afianzarnos en un entorno social más o menos cercano, pero como mínimo en nuestro entorno de contacto. Se nos valora por nuestra bondad, nuestra capacidad de interrelación, nuestra eficacia,… y por nuestro talento. “Pepe es un gran amigo, dirige una fabrica de puertas y además es un genio en la cocina, su asado no lo supera ni el mismísimo Cándido.” En su entorno de amigos, a Pepe le valoran más por su asado y por ser buen amigo, más que por sus habilidades directivas que, de hecho, posiblemente sus amigos desconozcan ya que pertenecen a un círculo distinto del profesional. El talento de Pepe es clave en su tarjeta de visita social repartida generosamente por sus amigos.

La identificación y desarrollo de nuestros talentos contribuyen activamente a alimentar nuestra autoestima y a reforzar nuestra actividad social. En estos tiempos en los que el contacto personal va dejando huecos a contactos virtuales, en los que llamamos familia a un conjunto de una persona, es muy importante alimentar al individuo, facilitando sus habilidades sociales, con el fin de no perder nuestra condición de animal social. Por muchos mensajes que mande y reciba en foros, en redes sociales o en correos electrónicos, nada cambiará el calor que recibo de mis amigos ante una buena taza de café, ante compartir talentos mutuos y sentir sus manos en mis hombros.

Ampliando el título de este post, no dejemos nunca de buscar a un talento, no dejemos nunca de celebrarlo, disfrutarlo y compartirlo.

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