RENOVARSE... O PERDER.
Anoche,
casi estupefacto, pude contemplar como la selección chilena al igual que días a
tras la holandesa, pasaba por encima de la “roja”; esa selección que desde hace
unos seis o siete años, nos daba una alegría tras otra, esa selección que llegó
al mundial como “presunta” favorita.
Como
reza el poema de Antonio Machado, nuestro equipo llegó “viejo y cansado” a un
mundial que esperábamos reñido, pero con posibilidades de acceder como mínimo a
la semi final. Pero anoche millones de sueños se truncaron; estoy seguro que hasta los que después del primer
encuentro presumían que no pasaríamos de octavos, tuvieron una enorme
decepción. Vimos un equipo ciertamente cansado, con pocas ideas y menos
recursos para vencer la defensa contraria y cuando lo hacíamos poco atino a la
hora de colocar el esférico entre los palos del rival. Pero lo cierto es que
esto es la consecuencia de una evolución y del claro agotamiento de un “modelo
de gestión” empleado por nuestro respetado, querido y admirado seleccionador
nacional.
Ayer
por la mañana tuve una reunión muy interesante con un cliente de mi grupo que,
con enormes dotes didácticas que le agradezco, gran profesionalidad y mucho
conocimiento de su sector, me fue argumentando su modelo de negocio frente al
de sus competidores; mas aún me fue desgranando la evolución de todo el sector
en función de los diversos modelos de negocio aplicados a lo largo de los
últimos 20 años, los éxitos de los mismos y las consecuencias de no
“adaptarlos” en tiempo y forma ante los nuevos escenarios, las nuevas
necesidades de sus clientes y las transformaciones habidas en los diversos
mercados. Fue una lección magistral que no solo me ha permitido evaluar la
validez del modelo de negocio que estamos intentando implementar, sino que me
he hecho entender el pasado de mi organización, los logros alanzados y los
motivos de los fracasos sufridos.
Al
igual que un producto tiene su curva de madurez, los modelos de negocio (en el
caso de don Vicente del Bosque, su modelos de gestión del equipo) llegan a un
punto de inflexión que, a no ser que se
aplique un cambio o un revulsivo, inexorablemente entra en caída. Esto le ha
pasado a casi todos los entrenadores por muy buenos que sean; muchos saben
cuando “salir” del equipo para incorporarse a otro “nuevo” y “fresco” para,
previa adaptación, aplicar su modelo y aprovechando lo aprendido, volver a
iniciar su “curva de maduración” correspondiente. En las empresas también pasa
cuando nuestro modelo de gestión está ligado a un modelo de negocio muy concreto
y estático. Cuando el modelo de gestión es abierto al entorno, participativo y
dinámico, éste va implementando las correcciones y cambios necesarios para ir
adaptando el modelo de gestión paulatinamente a la empresa, en aras a prolongar
la ola de crecimiento o bien mantenerse estable en la cresta de la ola el mayor
tiempo posible, mientras va buscando otra para descabalgarse de la primera
antes del declive y usar el impulso recibido de la primera para acelerar la
implementación de la segunda.
Todo
esto, que parece sencillo, no lo es. Es mas hay que tener equipos muy
cohesionados, comprometidos y eficientes para llevarlo a cabo ya que estas
transiciones ni funcionan a ritmo de látigo, ni funcionan con imposiciones
jerárquicas. Han de ser transiciones lo suficientemente naturales como para
pasar a formar parte de la cotidianeidad de la actividad; el cambio, el
progreso y la mejora han de ser una parte normal del quehacer diario. De esta
forma, con un liderazgo natural, reposado y claro, el equipo se mimetiza con la
“cultura” del “cada día mejor”, “cada día un poco más”. De esta forma nos
aseguraremos que el modelo de negocio será sostenible no por el modelo en sí,
sino por su capacidad evolutiva y adaptativa. Dudo que nadie se atreva hoy en
día a afirmar que una empresa puede nacer, crecer y perdurar con un mismo
producto, un mismo servicio, sin evolucionar o mejorar.
Pero
no tenemos que asustarnos ya que en el momento que esta forma de trabajar se
asimila y con la ayuda de la incorporación de “savia nueva” en las
organizaciones, vamos sumando, reinventando y recreando lo existente de forma
natural, paulatina y sobre todo “no traumática”. Hoy en día los trabajadores no
aceptan imposiciones traumáticas como se hacía en el pasado; ni por el perfil
de los mismos (cada vez están mejor formados), ni por el entorno social, ni
legal. Hoy no se concibe gritarle a un trabajador que se esfuerce que es un
vago: perderíamos su respeto, el de sus compañeros y encima nos podría
denunciar. Por lo tanto hemos de ser creativos, astutos y algo más
“evolucionados” a la hora de destacar el poco amor al trabajo o capacidad de
esfuerzo de un colaborador, de tal suerte que los primeros que le “empujen”
sean sus compañeros y que, si llegado el día, tenemos que prescindir de él, no
nos cueste lo impagable.
Pero
déjenme volver a la necesidad de la savia nueva y las formas de incorporarla en
nuestras organizaciones. Al igual que todos mis amigos que saben más de futbol
que yo (no es difícil) afirman la necesidad de incorporar nuevas personas al
equipo para dar más “fuerza” al mismo, en las empresas necesitamos nuevas
incorporaciones para poner los “dogmas” y las “formas” en tela de juicio para
perfeccionarlos y mejorarlos. Pero cualquiera puede decirme que su plantilla
está completa, que no puede incrementarla y que sus trabajadores son los
mejores. De esto último me alegro por los “premiados”, pero hay muchas formas.
Desde becarios recién titulados con hambre de aprender y aplicar sus
“conocimientos frescos” hasta equipos temporales para proyectos concretos,
pasando por el uso de consultores externos para temas concretos y limitados en
el tiempo. Se trata bien de usar los conocimientos frescos de un “rookie” y su
“hambre” por hacer, o el conocimiento adquirido en otras organizaciones para “adaptarlo”
a la nuestra o bien para ir configurando nuestra empresa para atender lo que
nos aguarda en el futuro.
En
resumen: renovarse o morir si, pero con cabeza, con estabilidad, para hacer que
nuestro cambio sea permanente, que nuestros colaboradores aprendan y acepten
estar con la “presión” e “inquietud” de ir “surfeando” entre cresta y cresta y
que el mercado y sobretodo nuestros clientes estratégicos nos perciban como un
partner evolutivo, que le ayudará no solo en el presente de su actividad, pero
sobre todo en el desarrollo futuro de la misma. Se trata de crear nuestro
“propio modelo de negocio y gestión evolutivo, adaptativo y participativo”. Un
modelo que esté marcado por una gestión abierta, que entienda que nuestro
negocio y los mercados viven en un cambio y evolución permanente, que tenemos
que ir adaptándonos sin traumas (en el sentido médico de la palabra) y
sobretodo haciendo que tanto nuestros equipos internos, como equipos externos
temporales, como los clientes y hasta el mercado, aporten su parte en la
reconfiguración permanente de nuestra actividad.
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