HERENCIA ENVENENADA

Supongo que hay, pero los menos, padres que no quieran un mundo mejor para sus hijos. Lamentablemente no nos paramos a reflexionar en qué hacemos o en qué influimos a la hora de dejar ese “mundo mejor”.

Si nos detenemos en el análisis de los sucesivos legados de las generaciones pasadas, y de la nuestra si no hacemos nada diferente, vemos que son una acumulación de errores y aciertos que se van superponiendo los unos sobre los otros, matizando y configurando un nuevo presente. Pero lo más relevante en estos momentos es el acceso a plataformas de divulgación tanto del conocimiento, como de la ignorancia, tanto del mayor de los amores, como de los más profundos odios.


Pero quisiera invitaros a reflexionar sobre como, consciente o inconscientemente, infiltramos en nuestro hijos al igual que nuestros valores, prejuicios y querencias que les van a coartar a la hora de elegir su propio camino, su propio criterio. Lo mismo hace nuestra sociedad con la educación; va lastrando las receptivas mentes de nuestros niños con prejuicios y con criterios ya elaborados que les impiden hacer su camino, su experiencia y construir su propio criterio.

Todo esto en una sociedad que consume cada vez más “conceptos elaborados”. Desde la comida, hasta la cultura, eslóganes políticos, patrones de moda, tendencias sociales,… cada vez vamos cercenando en mayor medida nuestra capacidad de elegir, nuestra libertad de confundirnos o descubrir nuevos caminos. Me parece un contrasentido que, en una era en la que disponemos de millones de datos, en la que el acceso al conocimiento es mayor que nunca y en la que se supone que tenemos mas experiencia democrática, vayamos, desde los propios gobiernos democráticos, cercenando la libertad del individuo.

Legislamos para “la protección del débil” castrando el posible desarrollo de los mas aventajados, privándonos a todos de los descubrimientos y hallazgos que éstos puedan hacer y compartir. Alzamos hasta los pedestales de nuestras televisiones a los representantes de las mayores mediocridades culturales, políticas y sociales. Creamos ídolos de valores efímeros sin mas cimentación que la especulación y la manipulación. Desprestigiamos el éxito real, primando el éxito circunstancial y vacío de mas valor que el dinero, el poder o la fama.

Tenemos, como sociedad, que poner en valor aquellos valores que nos harán mejores, mas fuertes y sabios, mas sostenibles y sobretodo que nos hagan evolucionar. No podemos cargar a nuestros hijos con nuestras miserias, nuestros odios y nuestra “pequeñez”. Tenemos que educarles para que se hagan tan grandes, como seres humanos, como puedan y para que descubran el mundo con otra mirada y que resuelvan los problemas que nosotros no hemos sido capaces de resolver, con nuevas herramientas, con más libertad, amor, compromiso y responsabilidad.


¿Queremos seguir construyendo una herencia envenenada para nuestros hijos?

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