DEMOCRACIA... LA DIFICIL GESTIÓN DE LA DIFERENCIA


A pesar del paso de los años, sigo sin entender que ciertas pulsiones ideológicas limiten nuestro ejercicio de los principios democráticos de forma tan descarada.

Desde España, erigiéndonos en representantes de la “vieja Europa”, nos dotamos de una altura moral y ética suficiente, como para juzgar el ejercicio de la democracia de una país como los Estados Unidos. Cierto es que siempre ha resultado muy “trendy” ser anti americano en este país, llegando al colmo de la falta de respeto cuando un candidato a la presidencia de gobierno (que por cierto luego lo fue) no se levanta ante la bandera americana en el desfile. En ciertos ambientes, eso queda muy “cool”, pero en realidad es una falta de respeto a todo un pueblo, no a un presidente, administración o colectivo.

A diferencia de en España, en donde nos lo tendríamos que hacer mirar, la bandera de barras y estrellas representa a todos los americanos; poco importa que sean de Illinois, Missouri, California o Utah. Los más de 350 millones de americanos están orgullosos de ella, lo que representa y por ello es un símbolo que ondea, con orgullo, en todo el país. No por ello los tejanos, por ejemplo, que tienen su bandera de la estrella solitaria, renuncian a sus costumbres y cultura local. Los Estados Unidos de América son mucho mas variados y diferentes de lo que nos pensamos desde Europa y un tejano poco tiene que ver con un californiano, georgiano o de Nueva York. En su variedad radica su riqueza, a la que no renuncian.

Pero esto no es el objeto de este post. Lo que pretendo exponer es mucho mas sencillo. Ser demócrata significa que, cumpliendo con el conjunto de reglas establecidas y acordadas, ejerzo mi libertad, sin coartar la de mi prójimo respetando la del resto de igual forma. Eso significa que, si no pienso como tu, te respetaré y no te tildaré de “rojo” o “facha” por expresar tus ideas y que si ganas unas elecciones he de aceptarlo. Por otra parte tu tendrás que buscar gobernar para “todos” no solo para los tuyos. En eso, querido lector, los americanos nos dan sopas con ondas. Tienen un concepto del deber que no tenemos y carecen del revanchismo cainita que nos precia tanto en la piel de toro.

Personalmente no me gustaban ninguno de los dos candidatos a la presidencia de los EEUU. El uno por inexperimentado en las lidias del gobierno y por ser excesivamente “outsider” y la otra por ser excesivamente “insider” con demasiados vicios adquiridos. Una representa, en exceso el “establishment gubernamental” y es demasiado “políticamente correcta” y el otro, todo lo contrario. Como yo soy de los que cree que los cambios han de llevar tiempo si no queremos perder eficiencia, energía y efectivos en la transformación, creo que hay que tener una combinación de ambas opciones: insiders y outsiders que nos hagan salir de la zona de confort y nos lleven a la senda del progreso y la transformación social y económica que tanto necesitamos. Esto es aplicable tanto aquí como en EEUU, pero ahora hablo del país americano.

Creo que ni los contertulios radiofónicos, ni los políticos, ni siquiera los ciudadanos europeos tengamos el derecho moral de censurar un resultado electoral en un país con una tradición democrática mayor que la nuestra. Sus normas son distintas, sus usos y costumbre también, pero su habilidad para gestionarlas y respetarlas es mucho mayor que la nuestra. Tenemos que ejercitarnos más en el arte de convivir con el diferente sin querer desollarlo. Respetando las diferencias y las reglas de juego para interactuar. De la misma forma que nuestros gobernantes han de entender que han de hacerlo para todos, no solo para los que le votaron: nos deben fidelidad a todos los ciudadanos.

Si no nos quitamos en Europa ese complejo de superioridad moral y nos sacudimos el polvo que la historia nos ha ido aplastando, no seremos capaces de construir un futuro mejor; seguiremos con la degradación de la “grandeza” que un día tuvimos, que no fuimos capaces de retener, re inventar o re conquistar. Por todo ello, querido lector, hemos de aprender, desde la modestia, la generosidad, la empatía y la fraternidad, que ciudadanos somos todos y que todos tenemos el mismo derecho a ser felices y desarrollarnos. Pero no olvidemos que eso no significa que se nos dote, porque sí, de recursos que no somos capaces de generar, significa que tengamos las mismas oportunidades para generar felicidad, riqueza, bienestar y libertad.


No olvidemos que la perfección no existe y que nuestro “modelo de sociedad” solo implica a un 5% de la población mundial…

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