COSTES EMOCIONALES



Muchas veces leo o escucho a personas hablar de las empresas y los empresarios como “entes” abstractos carentes de emociones o sentimientos. “Las despiadadas empresas”, “los empresarios sin escrúpulos”…

Amigos, ¿no decimos que las empresas las hacen las personas? ¿a caso no son personas las que toman decisiones y asumen responsabilidades? Esto nos supone gran satisfacción cuando todo va bien y grandes disgustos cuando va mal. He visto a operarios con ojos vidriosos por perder un pedido y secretarias felices por ganar otros. Lo cierto es que las emociones y sentimientos habitan nuestras empresas. No olvidemos que dichas sensaciones son inherentes al ser humano.

Esto no quiere decir que no haya empresarios explotadores y desalmados, creo que cada vez menos, pero “como las meigas, haberlas hay las”. Ni menos cierto que hay trabajadores que son meros cuerpos que ejecutan sin mas compromiso su “obligación mínima” sin implicación alguna. Pero dicho esto, creo que cada vez, hay mas preparación y en los escenarios laborales de un futuro muy cercano, se volverá a un compromiso “entre las partes” más sólido y eficiente.

Quiero pensar que el ecosistema empresarial está evolucionando hacia una relación entre empresario y colaboradores más franca, clara y sobretodo fluida, en la que “las partes” tienen claro ya no sus obligaciones, pero su compromiso, intereses y objetivos comunes. Ese ecosistema contempla la definición clara de responsabilidades, implicación y compromiso.

Todo esto me viene a la cabeza a raíz de los tristes eventos empresariales del País Vasco de estos últimos meses: La Naval, CEL, Xey, Fagor,… Son ejemplos con un peso económico y social de un calado que creo que el Gobierno Vasco no ha cuantificado en su dimensión aún, pero con un coste emocional mucho más importante. Un coste que no va solo ligado al capítulo económico y social, va mucho mas allá porque los proyectos personales de muchas familias de ven truncados en un “presunto entorno de recuperación económica”. Y, amigos, en este entorno, el agravio comparativo es demoledor.

Vemos los terribles efectos para Cataluña de una acciones políticas irresponsables que, saltándose el marco legal, pretenden cambiar el escenario falseando la realidad. Creo que en Euskadi tenemos un Lehendakari muy consciente de la situación y el entorno y que, de forma pausada y responsable, ha creado un cierto marco de “confianza” en nuestros territorios. Pero dicho esto, no somos capaces, en Euskadi, de cortar hemorragias empresariales como las ya descritas, ni siquiera de atraer empresas que han huido de la inestabilidad política de Cataluña. Si hacemos un poco de autocrítica, en algo nos estamos confundiendo…


Y todo esto, queridos amigos, supone para la población, un enorme “coste emocional” que más allá de lo cuantificable, nos afecta en el ánimo y en las energías que nos han de levantar de la cama todas las mañanas, con ganas de superarnos, reinventarnos y crecer.

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