ADIOSES...



La palabra “adiós” viene de la expresión “a Dios te confío”. Es como que cuando dices adiós, eres consciente que pierdes la capacidad de proteger o interactuar con esa persona a la que despides.

En nuestras vidas hay muchos tipos de “adioses”; si somos rigurosos y sabemos que volveremos a ver a esa persona, diremos “hasta luego”, “hasta pronto”, “hasta la vista”… por lo que voy a centrarme en cuando decimos adiós a alguien o a algo que nunca volveremos a ver.

Tenemos el adiós que decimos tras besar a un amor de verano a finales del estío. Ese adiós que esperas que sea un “hasta pronto” pero que, en el fondo, eres consciente que es un adiós definitivo. Como si fuese una película acelerada pasan, por tu mente, ese primer beso, el olor de su cabello o el sonido de su risa. Este, en el fondo, es uno de los primeros pasos al entrenamiento, que nunca acaba, ante los muchos adioses que tendremos que decir en nuestras vidas.

Lo triste, a toro pasado, es que muchas de las veces no somos conscientes que pronunciamos un adiós definitivo; y digo triste porque no somos capaces de despedirnos de verdad, compartiendo lo que sentimos o hemos sentido, y asegurándonos que nuestro interlocutor sabe de ellos. Esto nos pasa, normalmente, con esas personas que “encomendamos a Dios” de forma definitiva, con esas personas de nuestra vida que mueren y no vuelven.

Como todo adulto de más de cincuenta, he pronunciado muchos adioses y de algunos he sido consciente; de otros, no. Los que mas me duelen, como es lógico, es de los que no he sido consciente. Aquellos a los que, como mínimo, les he dicho cuanto les quería no guardo amargura alguna, de los otros… mucha. Amargura mezclada con dolor profundo y una culpa por no decir mas a menudo un “te quiero”.

Hace menos de un año, un mes antes que muriese, me despedí del hermano que nunca tuve; a parte de mucho dolor por su marcha, guardo la enorme paz de que mis últimas líneas por whatsapp fueron “te quiero mucho, un abrazo”. Hace poco mas de un mes se fue un amigo al que mi última despedida fue fría por un enfado que, a fecha de hoy, no se cuan justificado podía estar. Aquí me ha quedado mucha amargura, pena y dolor, a parte del hecho que creo que era consciente que lo quería y mucho.

Pero hay otros adioses, a una casa en las que has sido feliz, a una ciudad que has visitado y que he a atrapado, a un camarero que te ha mimado en un restaurante y que sabes que no volverás a ver,… son miles de adioses. Adioses conscientes o inconscientes que ponen fin a unos momentos de tu vida que van a quedarse almacenados en nuestras mentes. Recuerdos que nos van a permitir recrear el pasado y añorarlo.

Por eso quiero reivindicar y recomendar el derecho a despedirse en condiciones. Compartiendo nuestros sentimientos y disfrutando de ese momento para que su huella en nuestra memoria nos haga mejores.

Antes de acabar esta reflexión, no quiero dejar de mencionar el adiós airado, aquel adiós en el que nos alegramos que esos momentos acaben y no vuelvan. Esa liberación que supone poner fin a una etapa, mas o menos larga, pero intensa y a la que deseamos ponerle fin.

Por eso, no quiero deciros adiós, queridos lectores, quiero deciros un hasta la próxima y seguir compartiendo, mis reflexiones, con vosotros.

Comentarios

Entradas populares