LAS CAUSAS DE LAS COSAS
Creo
que no es la primera vez que digo en estas páginas que la “consecuencia” es
fruto de la “secuencia” de hechos, hitos o acontecimientos que nos llevan al “producto
final”. Esto, lejos de ser un juego de palabras, es clave a la hora de entender
el presente de cualquier situación: nada es por casualidad.
Hace
muchos años, más de los que me gustarían, recuerdo en Wolfsburg, un ingeniero
de calidad de VW me comentaba que la clave para mejorar los resultados de la
calidad de mi producto, estaba en el control de procesos, no del producto
final. Me costó un rato entender todo lo que dicha afirmación implicaba, pero
años después lo entendí.
Efectivamente
si tu controlas tu proceso – es decir las secuencias previas al producto final –
tu producto final será conforme a lo deseado; de esa forma minimizas costes de
no calidad, estabilizas tus procesos y no despilfarras horas de personal. Pues
en la vida pasa lo mismo: si llevas paraguas cuando ves las nubes, en cuanto
empiece a llover te mojarás mucho menos. Pero no siempre es tan fácil en la
vida.
Y
no lo es porque terminamos repitiendo errores de forma inconsciente con una
permisividad ante nuestra tendencia a “saltarnos los procesos” que ronda lo
delictivo. Y yo me pregunto… ¿por qué somos tan torpes? Tengo una respuesta…
Porque cada vez dedicamos menos tiempo a pensar y más tiempo a actuar de forma
instintiva. Si dedicásemos tiempo a educar y controlar/ conducir nuestros
instintos, las respuestas instintivas serían mucho más acertadas, pero como no
tenemos tiempo…
Las
cosas pasan por algo y si esas “cosas” no nos gustan, deberíamos centrarnos en
porqué pasan. Si el café está amargo será porque no le hemos puesto azúcar. Si
nuestro “proceso” no pone que después de sacer la taza de la cafetera tenemos
que ponerle una cucharadita de azúcar… el café será siempre amargo. Pero en
lugar de revisar el proceso, nos levantamos, vamos a la cocina, le ponemos la
cucharadita y no corregimos el error, solo lo subsanamos mediante un parche.
Si
en lugar de eso, dedicamos un minuto a revisar el proceso, veremos que falta lo
de poner la cucharadita de azúcar. Unos minutos más, corregimos el proceso y…
la próxima vez el café vendrá convenientemente azucarado. Y esto nos pasa en
muchos aspectos de nuestra vida. ¿Por qué el camarero no me ha contestado a los
buenos días? En lugar de etiquetarlo como mal educado de inicio, sería bueno
averiguar la causa. Se le ha escapado el perro esta mañana, la mujer le ha
echado una bronca por romper la cafetera en casa, le han chocado el coche,...
Si cuando se acerca, después de no haber contestado a nuestro “buenos días” le
preguntamos si se encuentra bien, a lo mejor, si no es maleducado de verdad,
nos dirá que no ha tenido un buen día, que estaba distraído o lo que sea, pero
está claro que hay una causa.
Lo
malo de buscar las causas es que, a lo mejor, no nos gusta lo que encontramos,
pero eso debería ser objeto de otro post. Pero no por ello hemos de renunciar a
intervenir en las causas más que en las consecuencias. Y ahora viene lo bueno…
cuando nos quejamos de un político, de nuestras empresas o de lo que sea, deberíamos
dedicarle un momento a pensar las causas. ¿Qué impulsa a un político a mentir? ¿Qué
impulsa a un empresario a despedir a gente? Estoy seguro que, un día, ese
político se metió en el oficio para contribuir y mejorar la vida de su prójimo
igual que el empresario desearía tener muchos más empleados para facturar mucho
más y generar más riqueza para él y su entorno. Pero, en algún momento, por
alguna causa, esos propósitos se vieron truncados y esas buenas intenciones
desvanecidas.
Usando
un refrán, me atrevo a decir… “veamos la viga en ojo propio y no busquemos la
paja en el ojo ajeno”. Pensemos un poco más en por qué las cosas salen mal y
seremos capaces de hacerlas bien a la siguiente. Recordemos que un error convertido
en un aprendizaje es lo que llamamos experiencia, pero la repetición del error
no es más que la perpetuación de la mediocridad, la ausencia de voluntad de mejora
y crecimiento. Las causas cuentan y mucho, más que las consecuencias a la hora
de hacer las cosas, sobre todo cuando queremos hacerlas bien.
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