CALIMERO
“¡Es injusto!” – es lo que me dicen mis hijos cuando les mando a las
21:00 a la cama mientras en clase sus compañeros les dicen que se quedan a ver
la tele hasta altas horas de la noche. Esto… es normal; tienen 7 y 9 años y no
son conscientes que necesitan un mínimo de 11 horas de sueño para un correcto
desarrollo físico y mental.
Pero la cuestión es cuando personas hechas y derechas (presuntamente)
te vienen con similares quejas ante las situaciones normales que surgen en el
día a día; situaciones que se nos dan en el trabajo, en casa, en el cine,… en
todas partes. Pero no por ello vamos a agarrarnos rabietas, darle en la cabeza
al vecino o estar en un llanto permanente que termina por aburrir al personal.
Amigos Calimeros… la vida NO ES JUSTA, pero es hermosa y vale la pena
vivirla; las distintas situaciones que vamos sufriendo en nuestro devenir
cotidiano han de servirnos para aprender, madurar, crear vínculos de
complicidad con nuestros compañeros de fatigas y sobre todo, a crecer como
personas. No hace mucho leí un mensaje que me mandó un querido compañero de trabajo
que rezaba “las aguas tranquilas no hacen grandes navegantes”. Por mucho que
ansiemos placidez, en el fondo (y algunos no tan en el fondo) somos conscientes
que la placidez, la laxitud son enemigos del progreso, del desarrollo e incluso
de la realización personal.
Por eso tengo tantos problemas a la hora de tolerar los
comportamientos calimerísticos en personas adultas, en profesionales que,
presuntamente, están formados, preparados y que sobre todo cobran para liderar
proyectos empresariales. Pero la verdad es que tantos años de bonanza,
tolerancia y laxitud, en los que hasta un tonto hacía relojes, han creado esta
clase de profesionales cuya talla dista mucho de la necesaria para pilotar naves
en mitad de fuetes tormentas. No están a la altura y pretenden camuflar sus
carencias, temores y debilidades tras poses orgullosas, altivas y lejanas de la
realidad.
No es malo tener inseguridades, es prueba de responsabilidad; ni
siquiera tener miedo o temores, son prueba refutable que somos personas. Lo
malo es que el miedo, el pánico nos bloquee y que entonces nos escondamos tras
el caparazón, culpando a los demás de nuestra postura inmovilista. Sería necio
el torero que baje al ruedo sin temer por su vida: posiblemente dicho temor le
hará salvarla. Sería necio el directivo que no dude antes de tomar medidas
complejas o traumáticas, pero no por ello deja de tomarlas: las piensa dos,
tres o cien veces y opta por la mejor alternativa disponible, bajo su criterio.
Lo que sí es malo es enrocarse en el “es injusto” y, asidos a dicha
postura como a una silla de montar en un rodeo, “mantenerla y no enmendarla”;
no estar dispuesto a adaptarse a las circunstancias y subirse al carro de
sumar, pasando a ser parte de la solución y no de los problemas. Esto no supone
una derrota, lejos de ello es una progresión exponencial en el crecimiento personal
hacia la madurez personal y profesional. Es encontrar el equilibrio entre el
yo, el nosotros y el… mundo.
Yo les digo: amigos Calimeros… la vida es así de injusta, bella,
compleja,… Pero no se olviden que esta es la misma vida que les ha permitido
llegar a donde están; si señor, igual que ustedes consideran que es injusto que
hoy les exijan resultados, responsabilidades y que les digan cómo hacer las
cosas, otros han podido pensar lo mismo cuando a ustedes les pusieron en donde
están. Por eso invito a todos los Calimeros de este mundo, estén en un
ayuntamiento, ministerio, empresa o convento, que afronten la realidad, que
sean maduros y que entiendan que siempre habrá fuerzas o poderes mayores, que
les marcarán un camino que, justo o injusto, es el que hay que tomar.
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