LIDER: FARO, PUERTO Y REFUGIO
No soy capaz de evaluar los miles de toneladas vertidos en tinta
tratando el tema del líder y del liderazgo. Yo mismo, a parte de en estas
líneas, lo he hecho en muchas ocasiones. Como cualquier persona que se haya
visto abocada a desempeñar puestos de liderazgo, me sigo haciendo muchas
preguntas al respecto.
Tras ver películas como “El discurso del Rey” o series como “The
Crown”, me siento aliviado al ver que todos nos planteamos de forma permanente
el papel que ha de representar un líder, sus responsabilidades y sobretodo el
camino a una insatisfacción permanente inherente “al cargo”. En el caso de los
reyes suelen estar predeterminados y pocos son los que renuncian a tan alto
honor. En el caso del “mundo terrenal” pocos líderes de verdad se postulan a
dicha responsabilidad ya que es su entorno quien se la confiere.
El principal papel del líder es el ser referencia (el faro);
referencia de a donde o cómo o porqué. Aquí es donde el líder ha de aportar su
criterio en aras al bien común, al bien del grupo, más allá de sus intereses
personales. El líder ha de ser generoso a parte de visionario y sobretodo
conocedor del “bien común”. Es un ejercicio que, a pesar de estar cerca de su
equipo, debe hacerse con distancia con respecto a los individuos y una visión
coral de las necesidades de cada momento.
Pero el líder también tiene que conseguir ser ese “puerto” en el
que acopiar víveres, adquirir conocimientos, documentarse de las rutas y
reparar las averías desprendiéndose de cuanto no es útil para la próxima
travesía; sea lastre o personas que no aportan y consumen los contados recursos
que han de embarcarse. Ese puerto en donde nos vamos a relacionar con el
exterior y terceras personas que, desconocedores de las interioridades de
nuestra tripulación, tienen otros intereses y objetivos que pueden, o no, ser
los nuestros. Pero el líder ha de estar para recordarnos nuestra “misión”.
Por último enumero el rol de “refugio” del líder. Refugio es ese
lugar al que acudimos cuando nos sentimos débiles o intuimos retos para los que
no estamos preparados. Ese lugar en donde encontraremos calor, reposo, alimento
y compañía para analizar nuestros próximos pasos. Ese sitio que nos guarece y
nos da una tregua en la batalla en la que estamos inmersos. El líder ha de ser
capaz de aportarnos todo eso, no solo de forma directa, sino conjunta con el
resto del equipo. Pero no hemos de olvidar que quien orquesta e induce tal
armonía es él.
Dicho esto, mas de uno puede decirme que describo a un padre… Un
padre es un líder, pero no el “líder social o empresarial” al que me refiero.
Un padre tiene unas vinculaciones emocionales que tienen un peso insuperable.
El líder no puede tener vínculos emocionales individuales, pero de grupo, caso
contrario puede tener el dilema de sacrificar el grupo en aras a salvar al
individuo y eso… no puede ser.
Esta es, posiblemente, la tarea más dura de todo líder. No dejar
que sus sentimientos personales se antepongan al bien común; es un ejercicio
que cualquier líder ha tenido que hacer en algún momento. A mi me ha tocado
varias veces y, algunas de esas decisiones, me acompañarán hasta mi último día.
Ostentar el liderazgo tiene momentos maravillosos y horrorosos; el liderazgo
puede subirte a la mayor de las cumbres y allí, solo, con tu ego has de
mantener una lucha fratricida para no dejar que venza y distancie de la
realidad. Has de tener equipos que te arrastren por el barro de lo cotidiano y
una enorme disciplina y modestia para dejar que así sea.
Cualquiera que no haya nacido predestinado a una corona ha de
saber que, su responsabilidad para con la “misión” va más allá del éxito; su
responsabilidad final es con todos y cada uno de los miembros de su equipo y
con el impacto y cambio que va a provocar en sus vidas. Conocí a una señora muy
mayor en Nueva York, judía, que aun recordaba el nombre del general que liberó
el campo de prisioneros en el que estaba presa en Alemania durante la guerra:
habían pasado más de cincuenta años, pero se acordaba de una persona a la que a
penas vio a un centenar de metros, pero que le cambió la vida.
Todos podemos ser lideres: unos por una acción de segundos, otros
por acciones de minutos u horas y otros por labores de años. Lo importante es
entender el calado del liderazgo que nos ha sido impuesto, sus
responsabilidades y sobretodo del calado del cambio que podemos provocar en la
vida de los demás. Ni siempre se triunfa, ni siempre se fracasa; lo importante
es el balance del conjunto… Yo he tenido éxitos magníficos gracias a equipos que
han realizado trabajos extraordinarios y algún fracaso de los que he aprendido
y pretendo compartir con mis lectores mis enseñanzas.
Al final tenemos que tomar a nuestros líderes cono faros que nos
dicen a donde ir, puertos que nos permiten acopiarnos de cuanto vamos a precisar
en la próxima travesía, repararnos de las heridas de las últimas batallas y
reinventarnos para no morir de aburrimiento; por último serán el refugio en el
que protegernos de nuestros miedos, debilidades y fantasmas del que salir
reconstituidos con un rico caldo caliente y todas las energías necesarias.
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