ORGANIZACIONES MEDIOCRES



A lo largo de mi vida, como consumidor, cliente o gestor, me he tenido que enfrentar a muchas organizaciones mediocres. Parecía que la crisis nos iba a librar de ellas fruto de la debacle económica, pero no, siguen ahí creando interferencias en los mercados y dejando que trabajadores mediocres sigan anclados a sus sillas cual moho a la roca sin dejar aflorar el talento y el potencial de millones de personas deseosos de hacer ese trabajo de forma eficiente y feliz.

Pero ¿qué es una organización mediocre? Pecando de simplista, diría que es esa organización que, anclada en el inmovilismo, ocupa un espacio en el mercado privando a los consumidores de recibir un buen servicio o producto y a los trabajadores de tener un puesto de trabajo en el que progresar y superarse; es un sitio tóxico que intoxica a mercados, clientes y trabajadores y cuya ineficiencia nos cuesta a todos mucho dinero.

Le cuesta al estado bien porque no ingresa todos los impuestos que haría si tuviese un contribuyente eficiente que genere riqueza y beneficios, le cuesta a su competencia porque posiblemente tenga que retocar a la baja sus precio, al cliente porque el estándar del mercado es menor, al trabajador porque al estar en un entorno de esa índole no puede mejorar sus ingresos e incluso su motivación será poca o nula. Frena el desarrollo de la comunidad, del sector, incrementa los gastos sanitarios (los trabajadores insatisfechos tiene más visitas al médico),… en una palabra: estanca el progreso.

Pero luego me asalta otra pregunta ¿las organizaciones mediocres hacen a las personas mediocres o son las personas mediocres las que contaminan a las empresas? Creo que hay de todo, pero hago responsable en primera instancia a los directivos y más concretamente al máximo responsable de la empresa. A pesar que creo que el máximo responsable de una empresa es quien debe evitar comportamientos mediocres en su estructura, no es menos cierto que no tener a nadie mediocre es complejo, a veces caro y sobretodo es muy impopular hacer limpieza tras haber intentado, mediante formación y motivación hacerles abandonar la senda de la “pauperrinidad laboral”.

He visto como directores se anclan en “sus principios” y actitudes argumentando que “ya lo han hecho” o que “la experiencia” les dice… Si la humanidad hubiese actuado así, aún estaríamos en las cavernas. El inmovilismo que se ampara a menudo en victimismo condena a las empresas al mayor de los castigos: el cierre. Pero también he visto a trabajadores anclados en “sus derechos” y “su área de confort” sin querer cambiar nada ni plantearse modificaciones con la esperanza que “los buenos tiempos pasados” volverán. Pero ellos… no los verán.

Una organización, al igual que las personas, tienen que replantearse y reconfigurarse con cierta regularidad, en aras a crecer. Crecer en volumen o en calidad del negocio, o en sostenibilidad del modelo o tan sencillamente en valor; un valor que ha de ser palpable para socios, trabajadores y clientes.

Las organizaciones mediocres son ineficientes y lastran el tejido empresarial de un país. No podemos entender los modelos de desarrollo empresarial o social bajo los parámetros del pasado. Igual que los empresarios no pueden pretender tener el mismo nivel de beneficios que hace 20 años, los sindicatos no pueden pretender anclar derechos y prebendas de antaño ni el trabajador puede pretender tener el mismo trabajo para toda la vida.

El cambio radical del escenario, tanto a nivel de tiempos, como de medios o variables ha sido tan radical, que todos hemos de entender que “nada es para siempre”; todo ha de ser fruto del esfuerzo del momento y el esfuerzo del presente solo es válido para el momento, no para el futuro. Me da pena cuando un trabajador me viene diciendo que la “la empresa me debe…” a lo que suelo responderle si no le han pagado su sueldo a final de mes. Nos debemos todos (empresarios y trabajadores, políticos y votantes, clientes y proveedores,…) el mayor de los esfuerzos, honestidad, ética y respeto. Si no entendemos que todos necesitamos lo mejor de cada uno, no podremos reconstruir modelos sostenibles cara al futuro.

La mediocridad se va extendiendo como una mancha de aceite. Desde los medios de comunicación hasta nuestras empresas, pasando por todos los ámbitos de la vida. Si no la contrarrestamos con esfuerzo, trabajo, talento y honestidad, nuestra sociedad se apagará como una vela sin cera que consumir.

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